El recuento de los daños y las lecciones aprendidas

 

“El recuento de los daños y las lecciones aprendidas”


Ante eventos tan vertiginosos y un panorama de incertidumbre, resulta imperativo analizar los estragos que ha tenido la industria petrolera. La pandemia por COVID-19 ha marcado una disrupción global con hechos sin precedentes, creando un desbalance en distintos sectores. Si bien es un virus que impacta al planeta entero, resultan importantes y trascendentales las medidas de contención que se implementan en cada nación. Mientras tanto, la vacuna será la clave para detonar el avance mundial.

Es importante entrar en contexto con puntos clave del pasado que impactaron en el presente. Desde el 2016 se venía combatiendo una sobreproducción de petróleo, gran parte de este provocado por la explotación del shale de los EEUU.  A esto le sumamos la norma IMO 2020 que entró en vigor en enero del presente año, la cual obliga a los barcos a usar combustible de bajo azufre, esto dio una estocada adicional al crudo mexicano. El día negro llegó el 20 de abril, en plena pandemia, con la caída estrepitosa de los precios del petróleo, llegando a cifras negativas nunca antes visto.

En este sentido, es importante señalar que aún no conocemos el verdadero impacto de la pandemia y quizás pasen meses o años para que así sea. El confinamiento social y las restricciones de movilidad han traído una disminución en el consumo de petróleo. Estas medidas aceleran el incremento de los inventarios mundiales y la necesidad de recortar producción. Es por ello que la OPEP y aliados han venido analizando el mercado para tomar acciones que estabilicen los precios.

La resiliencia y transformación son puntos clave que mitigan el impacto en el sector. La Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) menciona que la era de crecimiento de la demanda mundial de petróleo llegará a su fin en diez años. Esto no significa su extinción, pero si un punto de inflexión. Tomando como referencia sus proyecciones (IEA), se muestra que los recursos fósiles seguirán dominando en el planeta, aunque, con una tendencia inminente y acentuada de las energías renovables rumbo a 2050.

Como datos puntuales y relevantes, tenemos que el consumo de petróleo superará los niveles previos a la pandemia hasta 2023, según la IEA. Además, destaca que “…el transporte por carretera representó el 60% del crecimiento de la demanda de petróleo en la última década, y los productos petroquímicos representarán el 60% en la próxima década, en gran parte como resultado de la creciente demanda de plásticos”.

Por otro lado, existen empresas petroleras que modificaron sus gastos de operación y se vieron obligadas a realizar un ajuste de personal. Según un reporte de Deloitte, se perdieron 107,000 empleos entre los meses de marzo y agosto del presente año a nivel global. Además, indica que el 70% de los empleos perdidos durante la pandemia pueden no volver a finales de 2021. En tiempos tan complejos la evolución es clave para identificar los nichos de oportunidad.

Una de las experiencias que demostró la importancia en los procesos es la digitalización y automatización en los elementos del sistema integral del yacimiento. El hecho de monitorear las condiciones del pozo vía remota por medio de sensores, ha facilitado por mucho las actividades y decisiones para mantener la operación continua. Estas medidas se tienen que acelerar con mayor determinación para futuras contingencias, pues la eficiencia es prioritaria.

La apuesta de grandes compañías petroleras es diversificar su modelo de negocios, desarrollando tecnología de bajas emisiones y fijándose metas para la neutralidad del carbono. Es aquí donde Petróleos Mexicanos deberá acelerar sus medidas de reducción de emisiones de CO2, mejorando los procesos de extracción, de forma que incremente la eficiencia y la productividad. En sinergia con las necesidades del planeta; reduciendo la brecha de desarrollo tecnológico. De otro modo, llegaremos demasiado tarde.

 



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